miércoles, 3 de junio de 2009

El pastor Miguel Brun me contó que hace algunos años
estuvo con los indios del Chaco paraguayo. Él formaba
parte de una misión evangelizadora. Los misioneros visitaron
a un cacique que tenía prestigio de muy sabio.
El cacique, un gordo quieto y callado, escuchó sin pesta
ñear la propaganda religiosa que le leyeron en lengua
de los indios. Cuando la lectura terminó, los misioneros
se quedaron esperando.
El cacique se tomó su tiempo. Después, opinó:
- Eso rasca. Y rasca mucho, y rasca muy bien.
Y sentenció:
- Pero rasca donde no pica.

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